El próximo miércoles 8 de julio desde las 20 se realizará, organizado por ERINDA (Espacio Psicoanalítico de Investigación del Niño en el Discurso Analítico), el Cierre del Primer Cuatrimestre del Seminario de Estudio “La diferencia sexual en la época del género. Infancia y adolescencia”, cuya responsable es Marcela Errecondo. En la ocasión la psicoanalista Silvia Bermúdez, Miembro de la EOL y de la AMP (Asociación Mundial de Psicoanálisis), investigadora y docente universitaria en Buenos Aires, ha sido invitada a dar una Charla vía Zoom sobre el tema “Empuje a las identidades, ¿efecto de época o solución sinthomática?”. En esta breve entrevista vía mail, Bermúdez subraya que el “discurso analítico prioriza la trama deseo, goce, amor” y destaca “la función de intérprete (del psicoanalista) en la discordia de los lenguajes”.
--¿Qué entiende por “empuje a las identidades” en nuestra contemporaneidad?
--Primero me gustaría ubicar que vivimos en una época de “empujes”, y cuando digo empujes me refiero a que nos vemos compelidos a mandatos y controles que producen un aplastamiento de la dimensión deseante, reduciendo la capacidad de elección y decisión en los sujetos. Prisas y ese particular empuje a un hacer sin límites, a mi entender, anulan momentos esenciales de pausas y esperas fundamentales para no caer en las marañas del Amo. Dichas esperas, pausas, ya no forman parte de nuestro diario vivir. Se han pulverizado los tiempos lógicos. Comandan los instantes de ver y se desestima el tiempo de comprender y el momento de concluir. El par sería ver-concluir ya.
He observado, a través de mis investigaciones, un empuje a las identidades como un signo social de época. Empujes que no permiten abordar los enigmas y avatares de la sexualidad humana, siempre singulares. Los niños son seres sexuados, entendiendo la sexuación como un proceso que no concluye en la infancia. A ellos les surgen preguntas y vivencias de angustia en relación con sus propios cuerpos; quieren saber y ellos saben. En algunos, surge un conflicto por la no coincidencia entre el sexo asignado y dichas vivencias, por esto mismo no se trataría de un mero signo social de época.
--La llamada solución sinthomática, ¿en qué consiste?
--La experiencia del psicoanálisis nos muestra que la vida sexual de los seres hablantes es una invención absolutamente singular, aun cuando ciertos ideales normativos intenten descalificarla. Los goces sexuales toman la forma de creaciones, invenciones siempre contingentes, agujerean la genitalidad y las definiciones universales para los roles masculinos y femeninos.
Freud muy tempranamente en su obra sostuvo que “la pulsión sexual es al comienzo independiente de su objeto, y tampoco debe su génesis a los encantos de éste”.
Cuando la función de anudamiento del Nombre del Padre es sustituida por lo social, las instituciones, las leyes dan un marco y una nominación a los individuos. A su vez, se produce una tensión paradojal entre ley y goce, género y sexuación, puesto que no hay una ley natural que normativice el goce.
A diferencia del discurso jurídico, el discurso analítico prioriza la trama: deseo, goce y amor. La ley de identidad de género es muy importante como un derecho humano, pero la infancia merecería un tratamiento diferente que los jóvenes o adultos. Justamente, es un proceso donde no está todo dicho, la pubertad hará su pronunciamiento como nueva oleada pulsional que dejará marcas e identificaciones que no pueden omitirse.
Sostengo que, si bien es importante en los niños el “género autopercibido”, también es necesario validar dicha percepción. En otras palabras, qué lugar cabe para la invención singular en los niños nombrados trans.
--Hablando de transexualidad, ¿cuál es su especificidad en la infancia?
--Considerando el marco de la transexualidad, ésta es una de sus especificidades en la infancia, una diferencia radical con los jóvenes y adultos. Evoco aquí nuevamente a Freud “aquello que constituye la masculinidad o la feminidad es un carácter desconocido que la anatomía no puede aprender”.
Los niños nos interpelan con sus sufrimientos; es fundamental, desde mi perspectiva, ofrecerles un espacio desde la clínica psicoanalítica donde puedan volcar sus interrogantes sobre lo que sienten. Que tengan la ocasión de elaborar una inscripción propia. Un modo de respetar lo íntimo de su cuerpo en la singularidad, en cada caso.
Así, los niños nombrados trans no cargarían más padecer siendo segregados, y que puedan construir un lugar y un lazo para su invención singular que los autorice como ser sexuado. Estamos así en el terreno de soluciones sinthomáticas, desechando los diagnósticos rápidos. Como nos orientó Lacan, un modo de ejercer, como psicoanalistas, “la función de intérprete en la discordia de los lenguajes”.