Mi primera participación en las jornadas patagónicas fue en Río Gallegos 2016, a las que viajamos un grupo de amigos y colegas en auto, en un recorrido que dejó sus huellas. Fue el incentivo para las jornadas de Bariloche, dos años después, en el 2018. Además de los trabajos y las discusiones acaloradas en torno al Psicoanálisis, el clima de calidez por el encuentro con colegas de toda la Patagonia se hacía notar. ¡Calidez en la Patagonia! Así es, todo lo que envuelve de frío a la región, en las jornadas se transformaba en un abrigo del que no quería privarme. Un rasgo recorre las jornadas desde que pude estar: es un espacio para la alegría.

Transitar la Patagonia no es una tarea simple, implica un enorme esfuerzo, del que no se puede dudar.

Así me fui preparando para las jornadas que, en un cierre a puro festejo en Bariloche, tendrían su cobijo en Ushuaia. Ser parte de recibir la noticia rodeado de lagos, fue una alegría nueva que se sumaba a la alegría de estar presente.

Así se comenzaron a forjar las VI Jornadas con sede en Ushuaia, Tierra del Fuego. Una vez más estaríamos rodeados de colegas de toda la región, pero esta vez de local. Una localía siempre ambivalente para mí que resido en Río Grande, pero que nunca fue un obstáculo para sumar. El título me llevó a presentar un recorte de la clínica, puesto que “Incidencias de la práctica analítica: síntoma, cuerpo, discursos” habilitaba diferentes formas de estar presente. Además teníamos un plus inolvidable: contaríamos con la presencia de Juan Carlos Indart. Ya veníamos compartiendo con referentes fundamentales de la Orientación Lacaniana, como Graciela Esperanza, Fernando Vitale, Eduardo Benito, Claudia Castillo, María Eugenia Cora, entre otros. Contar con la palabra en vivo de Indart era un acontecimiento, pero esta vez esperado, anhelado.

Y por supuesto que nuevamente los trabajos nos permitieron disfrutar del impulso vital que implica compartir y debatir con colegas del Instituto Oscar Masotta. Los pasillos, los almuerzos y cenas, la fiesta de cierre, las salidas mientras la nieve susurraba los pasos, los agrupamientos para la degustación de las charlas, las fotos que recorrían los teléfonos y las redes sociales. Una sinfonía de almor.

Aún resuenan las referencias del viento psicoanalítico, en un viaje que nos lleva por los diversos momentos de la enseñanza de Lacan. Pero el pasaje por un Otro goce se hace escuchar. No puedo decir que esté en condiciones de extraer las consecuencias que se despliegan, de aquello que escapa a lo intercambiable de lo fálico. Pero que la alegría se renueva en cada encuentro, puede ser una buena respuesta para seguir apostando a un modo de repetición diferente. Un encuentro donde está en juego el cuerpo, el cuerpo del psicoanálisis.

Jorge Luis Rivadeneira